Texto: Martín Santoro. Psicólogo
Asumir la propia responsabilidad del problema que nos trae a consulta, del cual nos quejamos o simplemente padecemos ese es el primer paso de cualquier cura, de cualquier sanación. Llegamos al psicólogo luego de haber intentado por nuestros medios solucionar el problema. No lo hacemos de inmediato sino que al final vamos a parar al psicólogo porque nuestros esfuerzos se muestran vanos, insuficientes para disminuir el sufrimiento, cualquiera ello sea.
Una cosa difícil de aceptar, pero imprescindible para mejorar, es que nosotros somos responsables de lo que nos pasa, somos responsables de estar en una situación de dolor. Suena fuerte no? Suena espantoso y aterrador empezar asumir que de eso que nos hace mal somos responsables, nosotros y nadie más que nosotros.
– Pero es eso ya lo sé, ya sé que yo tengo la culpa de estar agobiado en mi trabajo…tengo compañeros que pasan olímpicamente de la jefa, de sus comentarios siempre hirientes, de la presión que nos mete, de las malas caras por cualquier cosa…. Me dicen que no me haga tanto problema, que le diga que sí y luego haga lo que yo crea conveniente, que es solo un trabajo y que no sea tan sensible. Ya sé que tendría que dejarme de pensar en eso todo el tiempo…pero no puedo. Y cuando escucho lo que mis compañeros me dicen me siento aún peor, como si fuera imbécil por no poder hacer caso omiso de todo lo relacionado con el trabajo. Yo tengo la culpa, lo sé, pero no puedo evitar estar mal, no puedo dejar de tener ansiedad antes durante y después del trabajo. No puedo.
Discernir entre culpa y responsabilidad. Ayudar a diferenciarlas una de la otra es fundamental porque la culpa te deja inmóvil y solo te queda expiar o sufrir hasta que llegue el perdón o finalmente cumplas tu condena. . Cuando llega, si llega, el perdón es un acto que pacifica pero no permite ir más allá. Se perdona o llega el perdón y listo. Borrón y cuenta nueva. Y es verdad que en ocasiones tenemos que perdonar o perdonarnos por nuestros errores, faltas u omisiones. Sobre un hecho pasado sufrido o causado por nosotros el perdón es fundamental para apaciguar la culpa que ello acarrea. Pero ahora no estoy haciendo referencia a esos momentos de necesario perdón. Hablo de ese preciso momento en el que perdonar no soluciona nada porque no sabemos muy bien a quien perdonar o que es lo que tenemos que perdonar. En el momento en que te das cuenta que algo te supera y te está haciendo sufrir y decidiste consultar a un profesional. En ese momento se suceden varias cosas pero una es la fundamental: has venido a consultar porque tienes la sospecha que algo tienes que hacer tu, solo tú. No puedes traer a consulta a tu jefa, a tu padre o a tu pareja, por ejemplo. Vienes tú y te asumes, aunque no lo sepas aún, la responsabilidad de cuidarte, de vivir mejor, de dejar de sufrir. Vienes tú y eso te hace grande, te hace humilde, te hace sabio… aunque todavía no seas consciente de ello. Por eso decíamos al principio que es importante hablar y hacer consciente el acto de tomar la responsabilidad. Asumir la responsabilidad, saberse uno mismo artífice del propio dolor o sufrimiento implica la posibilidad de asumir entonces la responsabilidad de curar, entender, modificar algo para estar mejor. Ser responsable es saber que tenemos el poder de cambiar lo oscuro y doloroso por algo mejor. Llegar a encontrar el camino para salir del pozo, salir del sufrimiento hacía un estado más cercano al bienestar.
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